Pero por Dios, que el cine sea cine. Miren ustedes que el teatro es teatro, la música,música y la literatura, literatura es.
Vis a vis, aun siendo una serie de televisión - normalmente y al igual que las películas dirigidas también al mundo televisivo, muy poco cuidadas por los directores y productores que parecen pensar que a ese tipo de consumidores con poco se les contenta y con muy poco se conforma- se salta los tópicos y no sólo narra una historia interesante y adictiva, sino que nos embelesa con su belleza y con el genio que desprende su magistral juego con el color.
Porque si no te engancha lo suficiente su guión - que por cierto sí lo hace - puedes sencillamente disfrutar con cada escena, cada imagen en la que los contrastes entre los llamados bien y mal o libres y presas o quizás dentro y fuera delimitan la historia más que su guión.
Son ellas, las malas, las que la sociedad esconde y castiga las que resaltan con su amarillo intenso, combativo y luminoso y es el resto lo que palidece con sus colores grisáceos, neutros y apagados, como sin vida, los que andan alrededor intentado sobrepasar a ese amarillo que no pierde intensidad nunca.
Es ese rojo diminuto del tapón de un frasco de muestra de orina en uno de sus primeros capítulos el único color que arremete con la misma fuerza paseando por los fotogramas de izquierda a derecha durante unos segundos y así y todo ahí está, impacta como no lo hará nada más a pesar de ser mucho más, aunque sea dinero, lujos, mares, libertad...
Es esa "rubia" pálida y ojerosa que no es nada siendo el centro, la más grande, la mejor.. Es ella por como la viste y la transforma el color y los contrastes.
Es una Alba Flores en una interpretación de Oscar al igual que la de Najwa Nimri y otras actrices poco conocidas a las que Daniel Écija saca el mejor de los partidos haciéndolas dentro de la fea maldad, bellas, enormes, grandes.
Es una gran serie.
Es la historia de un color.
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