jueves, 4 de agosto de 2016

Días de vino y rosas

Ayer tarde me encontré con Carlos después de casi dos meses sin vernos. Estuvimos hablando, mucho y de varias cosas,  como siempre que nos encontramos, continuos debates, diálogos o monólogos si se presta, hasta que me dio a mí la ventolera de que aquella noche, distinta a las de otras, quería algo más que lo ya conseguido: una amistad pura y sincera.
Como soy consciente de lo mala que soy  para detectar este tipo de cosas – vamos que o me lo dicen claramente y sin ambages o no lo pillo, en serio – me acerqué a Sonia que tiene una especie de radar para oír cualquier conversación desde cualquier parte del bar y le pregunté que le parecía a ella lo que seguro habría visto y oído, a lo que contestó:
– Ah, sí, nena. Ya lo creo! En esa invitación a comer hay algo más
-¿En serio? Nunca tuvo ese tipo de intenciones para conmigo.
-Tú hazme caso que eres más inocente que un escarabajo – no, no sé que tienen los escarabajos para que Sonia los crea inocentes – este tío, quiere rollito. Si corto o largo ni puta idea, es más raro que un perro con canas – tampoco sé porque los perros con canas son raros – Pero oye, un rollito con un “ojos azules” nunca viene mal. Que no te gusta, pues lo mandas a Córdoba – Tampoco sé porqué mandarlo a Córdoba y menos cuando ella no ha podido disfrutar como yo de la maravillosa e incomparable Mezquita – Ya sabes lo que te digo siempre: Carpe diem.
Y a mí me sale una sonrisa como siempre que Sonia menciona esa famosa cita -o locución latina si queremos ser exactos- pues sé bien que tanto ella como muchos otros, suelen darle el significado incorrecto de : “Vive cada momento de la vida” cuando en realidad es : “cosecha el día” Y ella también sonríe porque ya se lo dije una vez, pero le da igual. Vive con su “carpe diem” adaptado y nadie la hará cambiar.
Y yo, por mi parte, y ya confirmado por mi tahúr particular la nueva estrategia de Carlos vuelvo a mi taburete sin saber exactamente como actuar. ¿Me voy de comida mañana aún sabiendo que querrá algo más en cualquier momento y que conociéndome como me conozco amén de ponerme roja como un tomate, alterada y torpe, indecisa no sabré que hacer?
– Sonia, vente mañana a comer con nosotros- casi grito en pleno bar cuando caigo en la solución perfecta: una carabina.
“Claro”- pienso- Una carabina, como antaño. Bienvenidos años veinte! Que yo aunque lo quisiera no soy moderna y me manejo muy mal en esta nueva etapa de mi vida.
Pero, el caso es que hoy me levanto con otro talante y el Carpe Diem de Sonia no me apetece lo mire como lo mire. Porque no me apetece un rábano comer con Carlos, pero vamos, nada de nada. Lo que yo quiero es comer con Redz.
Quiero prepararle mis “Lacitos a la Zarina” y acompañarlos con el mejor vino que quede en la despensa y sentarnos luego con un café y tarta de fresa en una sobremesa cargada de sinceridad, diálogo inteligente, sonrisas ciertas.
Pero no es posible, no está. Y decido volver a mi submundo, aunque sólo sea por hoy, y ya mañana volveré a la realidad.
Hoy en mi submundo quimérico ya le he enviado un mensaje a Sonia y a Carlos diciéndoles que otro compromiso mejor y más auténtico me impide asistir a esa comida. Hoy, feliz, dentro de unas horas preparé una mesa preciosa con platos blancos y copas de buen cristal, descorcharé un vino con el que brindaremos por nosotros, como hicimos tantas veces, y disfrutaré al lado de ese niño de piel clara y alma más clara todavía que alumbra mi vida pero que ahora no está.
Hoy seré feliz al lado de lo mejor que conocí nunca.
Hoy comeré con Redz.

2 comentarios: