martes, 28 de julio de 2015

Desde la fría Siberia



Luchar, luchar y luchar durante años y al final perder la guerra, es duro, triste, es casi agónico. 

Se pasan terribles días y peores noches, y sé que los seguiré pasando desde mi destierro ordenado por una de esas tantas mentes frías, durante mucho tiempo, mucho, quien sabe si ese sufrimiento siga en mí el resto de mi vida.

Pero yo sé que en ese marchar a otras tierras, despojada de lo amado, lo conseguido con esfuerzo, trabajo y lucha, lo que fue por derecho mío hasta que el fuerte usurpador canalla, el poder hecho hombre, blandiendo su espada y arrasando las tierras sagradas de mi reino, se queda como botín en su orgullosa victoria, se saca algo positivo: la libertad.

Vuelve la libertad y se recupera la palabra. 

Se acabó el callar, el mentir y simular que crees mentiras, el admitir chantajes, el soportar infamias y aguantar humillaciones que nadie, nadie, debería soportar. 

Ya no hay censura en esas otras tierras donde marchas. Y sabes que aunque sola, pobre y destrozada, puedes hablar. 

Hablar sin tapujos, sin consideraciones. Escribir lo que sientes, sin borrar aquello que te prohíben esos míseros tiranos, caudillos de nada, presidentes de miserias, casta podrida y miserable que aplasta corazones, almas y sentimientos.

Sola, esa ingenua que nunca lo fue, que digo creer lo que era increíble con tal de no perder su patria, ya no pasará ni un día apocopada, disfrazada de lo que no es, ni simulando sentimientos que jamás tuvo. 

Y volverá su ser libre a criticar sin miedo, artimañas, infidelidades, egoísmos y villanías pues no hay leyes Mordaza en Siberia. 

Me robaste lo más querido, me dejaste - que bien aprendiste- sin nada en la mochila; pero recupero, aunque triste, mis blogs, mi lengua, mis letras, mi palabra.

Y si esperas mi llanto, lo admito, lo tienes. Lloro y lloro mucho desde esta mi fría Siberia, pero no callo, ya no callo más.Ya no hay armas con las que chantajearme. Nada más puedo perder. 

Te equivocaste vil canalla, hubo algo con lo que no contaste. Se te olvidó bribón, que yo sí tenía alma.