Fue
toda su vida un trabajador honrado y humilde que se limitó a sacar adelante a
su mujer y a sus cuatro hijos.
No
llegó a tener nada excepto esa casa compartida con su esposa y en la que los
seis vivieron, comieron y se educaron hasta que la situación económica de la
familia les impelió a dejar.
Pagó este
modesto y sencillo hombre todos los impuestos que el estado le pedía, jamás
protestó ni se quejó de nada y ya en su jubilación tan merecida, se contentaba
con estar junto a su fiel esposa, visitar a sus hijos y gozar de sus nietos y
jamás pidió nada más.
Así lo
hizo el pasado febrero. Se vino a España dónde ahora reside su hija y ese
tesoro que era para él su nieto querido fruto del amor entre un español y una
rumana.
Nada
podía ofrecerle esa hija suya pues está en el paro desde hace años y no recibe
ayuda ninguna, pero a él le daba igual pues nada mejor que el amor de ese nieto,
dulce niño que a su abuelo veneraba.
Pero el
destino tampoco se compadeció de él en sus últimos años y lo que pensó sería un
simple resfriado de golpe aprisionó su pecho y le dejó sin fuerzas para respirar.
Su
hija, de tan sólo 27 años, asustada se lo llevó como pudo a las urgencias del
Hospital General de Alicante dónde a pesar de la gravedad en la salud de su
padre se le exigió firmar lo que según palabras de la administrativa que la
atendía era un mero trámite que debía cumplimentar.
Los
médicos, verdaderos profesionales a los que aplaudo, hicieron cuánto pudieron y
a esa chica joven e inexperta en tales temas le dieron con compasión y
profesionalidad las terribles noticias que la joven no sabía cómo asimilar.
Veintidós
horas desesperadas, veintidós horas con tan sólo la esperanza que perdura en el
corazón de quienes aman de verdad.
Y
luego, el duro golpe. El no saber qué hacer, ni dónde ir, ni quien te puede
ayudar.
Una
familia tan lejos, por mucho que se hable de que ahora somos La Comunidad
Europea (sólo algunos al parecer se pueden beneficiar) y tan pobre. Sólo el
hijo mayor se puede desplazar y acudir al entierro de ese buen padre, que
luego, en una urna viajará hasta llegar al lado de la viuda que pena sin cesar.
Niña
rota de dolor que intenta poco a poco superar tan terrible experiencia y
enfrentarse a esos gastos que ocasiona la muerte y nadie espera sin más ayuda
que la de sus amigos y su familia, pues para los pobres, no hay palabras, ni
actos, ni psicólogos, ni gabinetes, ni ceremonias, ni ayudas de nadie más.
Y
ahora, a los cuarenta días justos del fallecimiento de ese buen hombre, ahora
nuestra alabada Seguridad Social, le pide a esa niña sin recursos que pague los
costes de esas 22 horas que su padre pasó en el hospital. Y no le pide una
cantidad cualquiera, le reclaman a esa niña 14.000 €. Cantidad que desde luego
no tiene, ni creo que nadie de su entorno podamos conseguir.
Y llama
por teléfono la joven incrédula y asustada al número que le aparece en la factura
y una voz fría e implacable le dice que como heredera debe de pagar. “Qué no
heredé nada” contesta la niña, pues así es, quien nada tiene, nada puede dejar.
Pero
está esa casa dónde ahora, sola y triste vive su madre, le contestan al final a
la chica.
Así
funciona nuestra Seguridad Social, nuestra Generalitad y nuestro Hospital
General universitario. Una voz impertérrita
amenaza con embargar la casa donde todavía llora la solitaria mamá.
Un aplauso por tu texto
ResponderEliminarEmocional y maravilloso
Vivimos en un mundo diferente
La medicina se basa solo en exámenes
nadie tiene sentido común ...
como arreglar la vida de un paciente
nadie tiene tiempo para el otro
Dificil sociedad la actual mil besos
Gracias Recomenzar. Tienes razón, qué difícil es vivir y hasta morir en esta sociedad actual.
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